domingo, 26 de agosto de 2012

Instantánea 42 - Del tecnicolor al blanco y negro en dos fotogramas. (Segunda parte)






Nada más finalizadas las representaciones del show “Los tiempos de mamá y papá” en el Salón Rojo del Hotel Capri, aunque yo aún no había comunicado oficialmente mi intención de abandonar Cuba, comencé a notar cambios inequívocos en el desarrollo de mi carrera. Por ejemplo, aquellas pruebas en colores que me habían mostrado de la portada y contraportada para la revista Romances, mis divertidas fotos vestida de novia frente a la catedral de La Habana, no acababan de salir a la luz. 
Romances, revista para la mujer editada por primera vez en la década de los 50, había conseguido, he de señalar que con gran dignidad, pasar de ser prensa independiente a pertenecer a las publicaciones controladas por el gobierno, las cuales en realidad eran todas.
Reportaje en la revista Romances. De fondo pinturas de Gladys Triana
Vestuario realizado por mi madre y mi tía

En sus páginas se  incluían con frecuencia reportajes  de artistas no vinculadas con el régimen, como era mi caso. Mantenían una página fija dedicada a publicar poesía, en la cual yo figuré con frecuencia, y  que llegó  a incluir obras de mi amiga, la gran poeta Carilda Oliver Labra, personaje que en esos tiempos  estaba muy mal visto por el régimen. 


Pero estaba claro que  mi situación laboral se deterioraba. De repente la televisión dejó de solicitarme y pasaron bastantes días hasta que el I.N.I.T. me asignase un nuevo lugar de trabajo.

I.N.I.T., como he dicho con anterioridad, eran las siglas del Instituto Nacional de la Industria Turística, fundado en noviembre del 1960. Su finalidad era llevar a cabo un proceso de intervención y nacionalización de instalaciones turísticas como “reacción defensiva contra las agresiones del Gobierno de los EE.UU”. (Cito textualmente estas paranoicas declaraciones oficiales). Entre otras muchas cosas, la contratación de los artistas corría a cargo de este Instituto. Ellos te “ubicaban”, según su libre albedrío y su concepto de tu categoría. De este estamento hablaré con amplitud en una futura Instantánea.
Cuando fui enviada al Cabaret Nacional, con Marta Picanes y la vedete Amparito Valencia, en un simple show de variedades, al Cabaret Bahía de Matanzas, en las mismas condiciones o al Jagua de Cienfuegos, con Ricky Orlando y los Hermanos Bermúdez, todos lugares de segundo orden, advertí, con toda claridad, que la información sobre mis intenciones había llegado de alguna forma a las alturas. Las  represalias comenzaban a mostrar sus garras..

Mi padre Arsenio, mi tía Yenny y mi madre Dora









Mis madres, las mellizas alemanas que tanto me apoyaron en los malos y buenos momentos, mi adorado padre gallego, aquel luchador republicano cuyas ilusiones de igualdad y libertad habían resultado  destruidas por la realidad del comunismo castrista, aunque heridos por  el dolor de contemplar la posibilidad de nuestra primera gran separación, me dieron el definitivo impulso. ¡Debía partir hacia España, naturalmente con el propósito de mandarles buscar lo antes posible!

Gladys y yo
La siguiente en conocer mi decisión fue Gladys Triana. Siendo tan íntima nuestra amistad ambas considerábamos casi imposible vivir sin compartir cada día nuestros planes, nuestras inquietudes, nuestros amigos, pero aún así, ella comprendió que yo necesitaba abrir las puertas de la jaula en que se había convertido para mí la isla. Necesitaba volar. Y me dio su total apoyo.
Lucy y su madre Sira






Mi  amiga de chocolate,  Lucy, casada ya y con un hijo al que, un par de años atrás, yo había visto brotar de su cuerpo mientras su mano estrujaba la mía en medio de los consabidos dolores del parto, y al que habíamos bautizado Alejandro Homero, en homenaje  a mi  primer amor, mi  hermana de sangre y su adorable madre Sira, fueron las siguientes en aunar sus lágrimas a las mías en un doloroso y anticipado adiós.

Después reuní a mis amigos, Gilberto Álvarez, Julio Gómez, Sergio Salom  y  José Urfé,  y les comunique mi ya firme propósito de abandonar la hermosa isla que desde 1948 me había dado cobijo y de cuyos frutos, dulces y agrios, se habían nutrido los mejores años de mi vida. Por supuesto no fue una sorpresa para ellos, ya que todos compartíamos las angustias y precariedades que el sistema nos imponía, así como aquella sensación de claustrofobia que la  absurda prohibición de salir de Cuba producía.

No habiendo perdido nunca la nacionalidad española todos creíamos que mi partida sería rápida y sin impedimentos, no como la odisea que tenían que sufrir los cubanos cuando solicitaban abandonar el país, y digo textualmente abandonar ya que, una vez fuera de Cuba, el regreso estaba  prohibido. Los solicitantes de ipsofacto  debían dejar sus puestos de trabajo y sus propiedades, por escasas que fuesen, eran inventariadas con el fin de que nada faltase en el momento en que tomaran el avión. Entonces eran enviados a “trabajar al campo” y obligados a realizar durísimas faenas agrícolas mientras llegaba el añorado permiso que podía  tardar  hasta años . Y en esa espera se desgastaban, entre agotadores trabajos físicos, humillaciones, malos tratos, angustias y temores de que sus papeles, por desidia o ex profeso, se perdieran en el maremágnum burocrático. Y todo esto  a pesar de que solo podían pedir la salida aquellos afortunados cubanos a los que algún amigo o familiar  enviarse en dólares, desde el extranjero, el coste de su pasaje de ida y de una vuelta que estaba prohibida. ¡Que ironía!

Como he dicho con anterioridad,  siendo yo española, pensábamos que todo sería más fácil. Así que me dirigí al Consulado de España en La Habana y pedí al  cónsul la repatriación, cosa que, en mi situación, estaba obligado a concederme.

Aquel señor, un venerable anciano, me recibió con sonrisas y halagos y me aseguró que mi problema se solucionaría en un par de semanas y que España estaría feliz de recibir a tan prestigiosa “hija pródiga”. Pero el par de semanas pasó, y pasaron tres, así que decidí regresar al Consulado para preguntar el motivo.

Lo que sucedió entonces podría muy bien ser  la escena de una película muda. Ponedle imaginación a lo que  describo, acelerad la moviola, añadid carteles con los diálogos y os va a resultar tan divertido como para mí fue  dramático.

(La protagonista abre la puerta del despacho y se encuentra frente al anciano cónsul, cómodamente sentado en su buró con un enorme puro H. Upmann en la boca.)

El Cónsul “Hola, preciosa, que bien que me vuelves a visitar. Entra, entra. ¿Qué puedo hacer por ti?”

(Primer plano del rostro  de Yolanda.)

Yolanda - “Buenos días, señor cónsul, pues verá, como han pasado tres semanas sin noticias me he atrevido a venir a molestarle”.

(Plano general del despacho que incluye a los dos actores)

El Cónsul “Una belleza como tú jamás puede molestar y menos  a un anciano como yo. La  visión de tu juventud me alegra la vida. Acércate y dame un beso”

(La joven se acerca confiadamente, rodea el enorme buró y se inclina para besar la frente del cónsul. Pasamos a primer plano de las huesudas y venosas manos del anciano mientras, con brusquedad, sujeta la cara de la chica intentando depositar un baboso beso en los sorprendidos labios. A continuación, primer plano de la protagonista con los ojos desorbitados mientas, tras forcejear, inicia el retroceso. Saltamos a plano general. El hombre, con una inusitada agilidad para su avanzada edad, brinca de su sillón y comienza a perseguir a Yolanda. Ambos dan varias vueltas alrededor de la gran mesa hasta que, agotado, el cónsul se deja caer en su acolchado sillón. Vamos a primer plano de su libidinoso rostro sudoroso mientras pronuncia estas palabras).

El Cónsul “¡Por mi parte estás perdida! ¿Sabes lo que te digo? Que lo único que voy a hacer por ti es mandarte cigarrillos a la cárcel”.

(Vemos plano medio de la protagonista mientras, con la cara desencajada y las lágrimas en los ojos, llega a la puerta del despacho, la abre  y desde el dintel dice con voz entrecortada).

Yolanda - “¡Pero si yo no fumo!”.

(La joven  atraviesa la puerta cerrándola tras su inestable paso. Es la imagen misma de la desolación. Sobre el plano de la puerta cerrada vemos  sobre imponerse la palabra FIN.)

Y ese fue  el final de mis relaciones directas con el Consulado de España en Cuba. Si no he mencionado el nombre de ese individuo no es por un respeto que, según mi opinión, no se merece. Sencillamente mi cerebro no lo ha archivado y mi búsqueda en Internet ha sido infructuosa.


En el próximo capítulo os descubriré el turbio porqué de los ocho meses de miedos y espera que tuve que soportar antes de que mis pies se posaran sobre territorio español, es decir, hasta que se hallaran dentro  del avión de Iberia que me transportaría a la incertidumbre de un futuro en una Patria que me era  ajena y amedrentadora.

Próximo capítulo. La nueva amenaza

sábado, 18 de agosto de 2012

Vacacionessss!

Retrato mio realizado por Jesús Alcantara. Oleo sobre lienzo (100x81 cm.) 2002



Queridos amigos, esta semana no hay "historias que valgan". Unicamente "sol bueno y mar de espuma y arena fina...". Mis neuronas, mi marido Jesús, mi perro Robin y yo estamos de vacaciones en Málaga. Ojalá lo estéis pasando bien.
Hasta la próxima semana con "Del blanco al negro. Segunda parte".
Yolanda Farr


miércoles, 8 de agosto de 2012

Instantánea 41- Del tecnicolor al blanco y negro en dos fotogramas. (1ª parte)




Don Julio Lobo
En enero del 67 un director novel, José González Aguilar, me invitó a rodar Por cuanto, primera parte de una trilogía sobre la ley de nacionalización de empresas. La historia estaría inspirada en la vida del archimillonario Julio Lobo, por supuesto bajo un nombre ficticio, el cual iba a ser interpretado por mi buen amigo Helmo Hernández.


Helmo Hernández y yo
camino del rodaje de Por cuanto
Yo haría el rol de su secretaria-amante. Julio Lobo fue todo un personaje cubano que merecería un capítulo para él solo pero, como el tiempo me apremia, solo mencionaré cosas muy puntuales sobre ese gran hombre. En Cuba, en la época anterior al castrismo, se le conocía como “El Napoleón de Cuba” o “El rey del azúcar”. Se cuenta que, teniendo en una ocasión a Esther Williams invitada en su mansión, hizo llenar la piscina de champán para que ella nadara. También se comenta que llegó a pedir a Joan Fontaine formalmente en matrimonio.




La cuestión es que Lobo, adorador de su patria y "bon vivant", no pensó en el exilio hasta que un día el Che Guevara le llamó para  decirle: “Te he dejado para ser el último  “siquitrillado” (expropiado)  ya que hemos revisado todas tus cuentas con lupa y no podemos encontrar ninguna irregularidad. Aún así, comprenderás que siendo el máximo exponente del capitalismo no vamos a permitir que permanezcas incólume.” Tras esta conversación el señor Lobo decidió abandonar el país a mediados de 1960, en el mayor de los silencios, dejando tras de sí, aparte de múltiples otras posesiones, 16 ingenios aún funcionando, trabajadores tan adeptos que llegaron a pedir al gobierno no ser nacionalizados y una colección de arte napoleónico  convertida en un importante museo fundado en el año 1961, cerrado  por restauración  en el  2008 y reinaugurado "a bombo y platillo" en marzo del 2011. 

Quién me iba a decir que, en los años setenta y ya  en España, iba a compartir con  Julio Lobo risas y anécdotas sobre aquel  frustrado proyecto cinematográfico, siendo don Julio, en esos momentos y durante años, presidente del Centro Cubano en Madrid.


Era aquella una asociación fundada en 1966 por algunos cubanos residentes en Madrid, con el fin de informar a los gobiernos europeos sobre la realidad de Cuba, tan mitificada, y al tiempo prestar ayuda a exiliados  insolventes. En los primeros años se impartían en su local clases de historia y geografía para niños y de inglés para adultos. También hacía las veces de ropero caritativo. El centro incluso contaba con la asistencia médica del doctor Oscar Gómez, todo de manera gratuita. Una gran labor altruista realizó también el presidente de la Compañía Trasatlántica Española, Don José María Ramón San Pedro, el cual cobraba a lo sumo el 10% del importe del pasaje a aquellos cubanos sin recursos que solicitaran viajar en sus barcos a EE.UU.

Bar y restaurante del Centro Cubano de Madrid

Tiempo más tarde, ubicado ya el Centro Cubano en la calle Claudio Coello de Madrid, se inauguró en el local un bar-restaurante que ofrecía, y sigue haciéndolo, auténtica cocina y coctelería cubana. En un rincón del bar, sentado a un flamante piano colín, como brotando  del instrumento, la figura de un mulato de edad indefinida y manos prodigiosas desgranaba cada día un surtido de boleros de María Grever,  piezas de Cole Porter, música del folclore español y hasta algún retazo de música clásica, según fuese la petición del público. Pero la más admirable de sus cualidades era su facilidad para “transportar” la canción a cualquiera  que fuese la tesitura de la persona que lo solicitase. La forma en que le oí acompañar, desde a cantantes profesionales hasta al típico y pesado aficionado, era sorprendente.  Eso hacía de  aquel mulato el mejor “pianista acompañante” que he oído en mi vida. Como imaginareis establecimos en seguida una amistad y una relación profesional que lo convirtió en mi acompañante cada vez que se me presentaba algún acto musical o alguna “descarga”. En una ocasión me contó que en Cuba, había acompañado en sus inicios a grandes figuras como Olga Guillot, Celia Cruz y Xiomara Alfaro y que había hecho giras en los años 50 por toda Latinoamérica con varias de ellas. Sé que no exagero al decir que él era uno de los alicientes para acudir al solicitadísimo bar restaurante del Centro Cubano de Madrid. Su nombre era Alciviades Aguero.  Alci. No era necesario decir más.

 Alci acompañándome al piano en un acto
en celebración del cumpleaños de José Martí

Luisa María Güell y Meme Solís
Grandes figuras apoyaron al Centro con su trabajo y con aportaciones económicas, como las ya nombradas Celia Cruz y Olga Guillot, Las Hermanas Benítez y los Rivero. En su piano-bar actuaron, desinteresadamente, Meme Solís, Luisa María Güell, en fin, todo cubano que se preciara de serlo y pasara por España, incluyéndome, cubanita vocacional,  en varias ocasiones.

Juan Antonio García Borrero.



Pero volviendo a enero del 67 y a la película Por cuanto, resultó que, tras una semana de trabajo en Varadero, recibimos el anuncio de que el rodaje finalizaba de inmediato, así, sin más información. Y nunca volví a saber del proyecto, ni de mis honorarios, ni del director y guionista José González Aguilar.


Luciano Castillo



Esta información puede que sea de gran interés para mis admirados  Juan Antonio García Borrero, miembro de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica, creador del blog “La pupila insomne”, y para Luciano Castllo, fecundo escritor y ambos exhaustivos investigadores sobre la cinematografía cubana desde sus comienzos. (Por cierto, Castillo, siendo actualmente Director de la Cinemateca, está realizando un trabajo maravilloso de búsqueda y recuperación de de films antiguos cubanos, incluyendo algunos que nunca se estrenaron en su momento por motivos de censura, por ejemplo este Por cuanto del que durante años se perdió hasta el rastro.)




La cuestión es que, ante estas anomalías,  llenándome de valor decidí preguntar a Alfredo Guevara, el director del ICAIC, qué es lo que había sucedido con Por cuanto, y digo llenándome de valor puesto que la mayoría del pueblo cubano vivía con el eterno temor a señalarse hasta con las más inocentes preguntas. Resultó que Guevara se encontraba en esos días de viaje por los "países amigos", (como llamaba el gobierno castrista a los países comunistas de Europa del Este)  pero  la suerte, (no estoy segura si buena o mala), hizo que en las oficinas me encontrara con un amigo y admirador que decidió, tras invitarme a un café,  contarme algo que había sucedido en el año 65 y que me atañía de forma muy directa. 

Cuando la película de Fausto Canel, Desarraigo, había sido enviada al Festival de Cine de San Sebastián, donde recibió la Mención Especial del Jurado, los organizadores, enterados de que la protagonista era española, cursaron una invitación directa a Guevara para que Yolanda Farr fuese al festival en representación de Cuba. La respuesta inmediata fue que, por problemas laborales, me era imposible asistir. Por supuesto, nunca fui informada de esto. Yo sabía que en Cuba se jugaba impunemente con los ciudadanos pero que hubieran llegado hasta ese estúpido punto conmigo me llenó de una furia cegadora. ¡Jamás se me hubiera ocurrido quedarme en España aquel 1965 de Desarraigo, con mi carrera en auge, mi familia viviendo en la isla, con amigos que me querían y apoyaban! Jamás. No en aquellos momentos. Pero a principios del 67, con esta nueva información, el recuerdo de los terribles crímenes cometidos en la UMAP,  la reciente convicción del poco respeto y confianza que en el ICAIC me tenían, la seguridad de que mi espíritu no soportaría más la mediocridad y el despotismo del gobierno cubano me hicieron comprender que mi capacidad de aguante había terminado. Debía considerar  la idea de reanudar mi vida y mi carrera en mi Patria de origen.
Toda la compañía en el Capri celebrando el primer aniversario

No importaba mi actual éxito en el Capri, que ya duraba más de un año, Los tiempos de mamá y papá, y en honor a cuyo onomástico habíamos realizado una “fiesta de cumpleaños”, patrocinada por nuestro director Joaquín M. Condal, frente a una enorme tarta y con todos los integrantes, artistas y técnicos en feliz “melange”.

Con Manolín Álvarez y Germán Pinelli
(Eran las tres de la tarde cuando mataron a Lola)

Aquel cabaret donde una noche, un jovencísimo mulato se  presentó en mi camerino con una partitura bajo el brazo y, mientras me la ofrecía para que se la estrenara, pasó a contarme que había estado en la UMAP y que ahora necesitaba con urgencia abrirse camino en el mundo de la música. Su nombre era Pablito Milanés.

Tampoco importaba mi reciente y tan alabado trabajo en Lola y la campana, la obra de Jean Vilar que Rubén Vigón había montado en la sala Arlequín. Quiero mencionar cuan emocionante fue subir de nuevo a ese escenario que, a pesar del tanto tiempo pasado, aún rezumaba olores a Homero Gutiérrez,  mi primer y tormentoso amor, (ver Instantáneas 25 y 26.)  y vívidos recuerdos  de mi debut como actriz a los 17 años.

Aquella obra  me permitió conocer y admirar al tenor y actor Miguel de Grandy, al bello y tierno Jorge Cao, con el que tuve una  amistad que aún conservo, aunque sea por internet. (Él es desde hace años una primera figura, especialmente en la televisión colombiana). En fin, aquel trabajo que me dio la oportunidad de admirar a María de los Ángeles Santana como actriz y como compañera mientras sosteníamos  un formidable “tête a tête” en escena.

Fue un hermoso trabajo el que realizamos , pero del que no pude disfrutar a plenitud   pues ya sentía que la terrible decisión  de partir se estaba haciendo inevitable..
 
Yo, Miguel de Grandy y Jorge Cao en Lola y la campana

NECROLÓGICAS.

                                                                                               I

Chavela Vargas en su juventud
La gran Chavela Vargas, nacida en Costa Rica en 1919, murió en México el 5 de Agosto de 2012. Acababa de regresar de España, donde era un verdadero ídolo. El 12 de Julio, a los 93 años, había realizado, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, el que sería su último recital. Una amiga que asistió al evento me ha dicho que fue algo muy emotivo.





Chavela en un recital en España hace 8 años.
(foto cortesía de Jesús Alcántara)

Aquella mujer de fiera historia, eterna disidente y librepensadora, estaba convertida en un frágil remedo de ella misma, sentada en su angustiosa silla de ruedas e intentando sacar de su deteriorado cuerpo la voz suficiente para reflejar el fuego que aún ardía en su corazón. Sirvan estas breves palabras para demostrar mi admiración por ese incomparable personaje. Según sus palabras la muerte no era más que un tránsito. Ojalá el suyo haya sido feliz.

                                                                              II

Sancho Gracia
Otro buen amigo y actor se ha ido. Esto parece una plaga.
Sancho Gracia, nacido en Madrid en el año 1936 acaba de morir, tras una encarnizada lucha contra el cáncer. Aunque debía  gran popularidad a su interpretación de Curro Giménez en una serie para la televisión Española su carrera, tanto en teatro como en el cine, fue prolija. En el año 2003 la Asociación de Críticos de Nueva York le premió por su trabajo en la película El crimen del padre Amaro.

Sin duda fue un compañero querido por la profesión por su amable  a la vez que pícaro carácter. Una gran pérdida para la profesión  y para el público que lo admiraba.





PD. QUERIDOS AMIGOS, ME VOY UNOS DIAS DE VACACIONES. OS DOY UN RESPIRO. YA OS AVISARÉ CUANDO PUBLIQUE LA PRÓXIMA INSTANTÁNEA. PACIENCIA, NO OS HARÉ ESPERAR DEMASIADO. UN ABRAZO PARA TODOS.
YOLANDA FARR




Próximo capítulo: Del blanco al negro en dos fotogramas (2ª parte)

sábado, 4 de agosto de 2012

Instantánea 40 - ¡Ay, Titón, Titón..! (Memorias del subdesarrollo).

Tomás Gutiérrez Alea

Para los que no sepan quién era Titón, ahí va el nombre completo de Tomás Gutiérrez Alea. Para los pocos que aún ignoren a quién me refiero les diré que se trata del más premiado de los cineastas cubanos, uno de los grandes representantes del movimiento ocurrido en la década 60-70, el conocido como Nuevo Cine Latinoamericano.

Entre sus películas más apreciadas y premiadas está Las doce sillas, del año 1962, una tragicomedia protagonizada  por Enrique Santisteban y Reynaldo Miravalles. (Un aristócrata y su chofer buscan unos brillantes que  escondieron en una silla  incautada por el Ministerio de Recuperación de Bienes). También La muerte de un burócrata, rodada en el año 1966, (una sátira de la burocracia cubana y de lo enrevesado que puede llegar a ser conseguir, a consecuencia de la ineptitud y apatía de los funcionarios, cosas aparentemente sencillas).
Daisy Granados                                   Sergio Corrieri                         Eslinda Núñez

Pero sobre todo Memorias del subdesarrollo, considerada la mejor película cubana de aquellos años, protagonizada por Sergio Corrieri, Daisy Granados, Eslinda Núñez y, en un principio, (luego explicaré el porqué de esta afirmación) Yolanda Farr. Sergio, el protagonista, es un burgués que, durante la revolución, ha preferido quedarse en La Habana mientras su esposa, desesperada por la situación política, abandona su patria. Para los lectores españoles, diré que Titón es conocido en este país por su estupenda Fresa y chocolate, 1993, interpretada por Jorge Perugorría y Vladimir Cruz,  la historia de dos seres humanos que buscan su identidad, llegando en ese proceso a una amistad que, por  la homosexualidad de uno de ellos, pone en riesgo la libertad de ambos. Su última obra,  Guantanamera, es una divertida sátira sobre los kafkianos problemas que provoca en Cuba, en el año 1995, el traslado de un cadáver en su ataúd a través de la isla .

Mis recuerdos de Memorias del subdesarrollo son  contradictorios. Todo  pintaba genial cuando, a finales del 66, Gutiérrez Alea me propuso hacer su próxima película, basada en una novela de Edmundo Desnoes. El argumento era interesante y mi papel, sin ser protagónico, era importante y apetecible ya que personificaba algo que desde hacía algún tiempo me rondaba por la cabeza: abandonar Cuba y enfrentarme a los problemas que eso conllevaba. Tenía tres largas y dramáticas escenas que me hicieron sudar sangre durante el rodaje pues Titón, que sabía bien lo que quería, me indicó que ignorara el dialogo escrito para crear una situación más real y humana.
Fotogramas de una de mis escenas en Memorias del subdesarrollo.

Aquellas improvisaciones de horas y horas fueron un masoquista placer y el resultado, que tan solo pude ver en la moviola, resultó tan bueno que el equipo y el mismo director irrumpieron en  aplausos. Al acabar la que  debía ser mi última sesión en la película, Gutiérrez Alea me dijo que quería tener una conversación conmigo a solas. Partimos juntos del set y nos dirigimos a la cafetería del Hotel Capri, en cuyo cabaret, dentro de pocas horas, yo tendría que sumarme al reparto de Los tiempos de papá y mamá, aquel fantástico show que llevaba más de un año en cartel. Y esta fue su proposición. Se le había ocurrido integrar en la película el primer desnudo del cine cubano. Por supuesto sería algo  plástico y breve. Quería que atravesase el cuarto de baño desnuda y de espaldas y así entrara en la ducha para terminar el plano con mi silueta tras la cortina. De momento no supe qué decir. A pesar de ser desde hacia años “una cabaretera” el desnudo integral era algo que me avergonzaba muchísimo. Pero si alguien tenía la labia suficiente para convencer a una jovencita entusiasta del cine, ese alguien era aquel hombre serio y profesional cuya labor yo admiraba.  Mi respuesta queda expuesta en mi fugaz pero absurdo desnudo, una de las pocas constancias  que quedan de mi trabajo en la película. No deja de ser irónico.
Fotograma de Memorias del subdesarrollo

Nunca  pude ver el film en Cuba, puesto que no se estrenó hasta años después de mi exilio. Pasado el tiempo y ya en España, sufrí el shock de mi vida al comprobar que mi imagen  estaba prácticamente eliminada de la pantalla, que casi  solo quedaba mi voz en off sobre “close ups” de Sergio Corrieri y larguísimos planos, "cámara en mano", de nuestra habitación desierta. La divertida secuencia del Conney Island, el famoso parque de atracciones de La Habana, había desaparecido. La dramática escena de mi despedida en el aeropuerto se había convertido en un frío plano que seguía mi espalda mientras subía al avión. Y para colmo, mi nombre había sido quitado del reparto. Aquel agotador papel, aquellas extenuantes  improvisaciones en las que  pusiera toda mi alma,  habían quedado convertidas  en un trabajo de “figuración con frase”.

Escena  en el Conney Island. (Eliminada del film) 

Varias son  las versiones que me han llegado del porqué de esta “traición”: Al yo haber abandonado la isla, el ICAIC decidió presionar a Titón para que me eliminara lo más posible de la película…(Muy posible). Titón había decidido convertir las escenas del matrimonio protagonista, Sergio y yo, en una especie de diálogo interior del marido, desdibujando al máximo el personaje “negativo” de la mujer…(Probable veleidad, viniendo de un “genio”). Habían surgido graves problemas de metraje… (Absurdo que todos los cortes afectaran a mi personaje ). Fuese como fuese, el haber suprimido mi nombre del reparto y el que no se estrenase hasta agosto del 68, bastante después de mi partida, tenían un significado claramente político. Nunca sabré qué pasó en realidad. Nada sobre esos cambios me había comentado Titón en el par de conversaciones que tuvimos posteriores al rodaje.
Tomás Gutiérrez Alea falleció en 1996. Lamento decir que mi desilusión por aquella experiencia   es algo que no he superado. A pesar de que mi nombre, con  posterioridad, fue incluido en los créditos, cortar de esa manera la participación de un actor en una película, sin siquiera una explicación, es más que una ofensa una amputación que se siente como casi física.

Aunque Memorias del subdesarrollo figura como filmada en el 68 la realidad es que se rodó a finales del 66. La prueba irrefutable es mi pasaje de avión, que aún conservo, con fecha de diciembre del 67. Es decir que yo no estaba ya en Cuba en el 1968. Mi opinión al respecto es que el gobierno quiso que pasara un tiempo para que mi público me olvidara antes del estreno.  Es sabida la frágil memoria de la gente. No era buena propaganda que una figura en alza abandonara el “paraíso socialista” y es innegable que yo había tenido unos años esplendorosos.
Pasaje de mi salida de Cuba, (la fecha arriba a la derecha)

Más desmanes originados por un régimen cuyo totalitarismo le convertía en incuestionable dueño “de hombres y haciendas”.

En el próximo capítulo narraré, entre otras cosas,   el por qué brotó en mí la necesitad de abandonar a mis seres amados y de decir adiós para siempre a  Cuba, cortando con eso mi floreciente carrera en mi Patria de adopción.

Próximo capítulo: Del blanco al negro en un fotograma.